Cuán difícil es desfragmentar la vida como tal; y colocar un solo momento de la misma en imágenes para que un espectador de forma voyerista intente darle un significado a lo que se desea puntuar. Sin inicio y sin final, pues es solo un fragmento de la realidad, eso es lo que tenemos, un instante, un momento de la vida de un par de mujeres, ambas se encuentran en una encrucijada que las marcará por el resto de sus vidas y nos pondrá a analizar nuestro papel en todo este debate del aborto.
La idea de hablar del aborto es algo difícil si se intenta escoger un bando determinado, algo que de forma admirable tiene esta cinta, solo cuenta la historia sin tomar partido, la expone: fría, cruda y sin especies, al igual que la vida. El esmero por el detalle de resaltar la “realidad” es agudo, con esto omite los aderezos tradicionales: juegos complicados de cámaras o la música, su edición es simple pero puntual. El uso artesanal de la cámara en mano le da al espectador la sensación de ser primer protagonista de cada hecho y de introducirse emocionalmente en los aspectos internos de las protagonistas.
El aborto es el eje de todo el relato, pero también refleja una crítica sabrosa pero sutil a la corrupción dentro de un sistema deformado por sus propios líderes, esa corrupción producto del clímax de la guerra fría dentro del marco histórico de finales de la década de 80’s en Rumania, los mercados negros, los médicos clandestinos y la clasificación de los roles de género dentro de las mismas clases inmersas en un mundo comunista.
La actriz Anamaria Marinca en su papel de Otilia es la piedra angular de toda la historia, gran actuación, fuerte, sincera y natural.
Ahora bien, las tomas largas donde el silencio reina son preciosas, pues ahí es cuando el verdadero diálogo inicia, esa conversación interna del espectador, su moral y su realidad de vida. El coloquio interno es prometedor y es cuando vemos el valor de esta película como motivadora de análisis social. Un gran largometraje para poner a pensar, para buscar en lo interno la respuesta a la gran pregunta personal sobre lo correcto o no. La moralidad está en el silencio y su mensaje es muy personal.
Le pongo 1 Chompipe. Es una gran cinta para ver, para analizar y para poner a ejercitar el cerebelo.
La idea de hablar del aborto es algo difícil si se intenta escoger un bando determinado, algo que de forma admirable tiene esta cinta, solo cuenta la historia sin tomar partido, la expone: fría, cruda y sin especies, al igual que la vida. El esmero por el detalle de resaltar la “realidad” es agudo, con esto omite los aderezos tradicionales: juegos complicados de cámaras o la música, su edición es simple pero puntual. El uso artesanal de la cámara en mano le da al espectador la sensación de ser primer protagonista de cada hecho y de introducirse emocionalmente en los aspectos internos de las protagonistas.
El aborto es el eje de todo el relato, pero también refleja una crítica sabrosa pero sutil a la corrupción dentro de un sistema deformado por sus propios líderes, esa corrupción producto del clímax de la guerra fría dentro del marco histórico de finales de la década de 80’s en Rumania, los mercados negros, los médicos clandestinos y la clasificación de los roles de género dentro de las mismas clases inmersas en un mundo comunista.
La actriz Anamaria Marinca en su papel de Otilia es la piedra angular de toda la historia, gran actuación, fuerte, sincera y natural.
Ahora bien, las tomas largas donde el silencio reina son preciosas, pues ahí es cuando el verdadero diálogo inicia, esa conversación interna del espectador, su moral y su realidad de vida. El coloquio interno es prometedor y es cuando vemos el valor de esta película como motivadora de análisis social. Un gran largometraje para poner a pensar, para buscar en lo interno la respuesta a la gran pregunta personal sobre lo correcto o no. La moralidad está en el silencio y su mensaje es muy personal.
Le pongo 1 Chompipe. Es una gran cinta para ver, para analizar y para poner a ejercitar el cerebelo.
2 comentarios:
Quiero ir a verla espero que para fin de mes no la hayan quitado de cartelera ush!!!!
Saludos, un blog de cine? no lo conocia jajaja
He aquí una grata sorpresa cinematográfica: la película ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, del premio Fipresci (de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica) y del Festival de San Sebastián está en Costa Rica con su calidad excepcional e inusual.
Hablamos del largometraje rumano (en coproducción con Bélgica) titulado 4 meses, 3 semanas y dos días (2007), escrito y dirigido por Cristian Mungiu y con la extraordinaria actuación de Anamaria Marinca, secundada por Laura Vasiliu y Vlad Ivanov.
Paradójicamente, es filme simple en su guion, pero –igualmente– complejo. Narra la historia de una joven que, embarazada de más de cuatro meses, quiere abortar, por lo que miente sobre su estado. Ella involucra a su mejor amiga y ambas quedas en manos de un tipo cínico y corrupto, quien se encargará del aborto, pero exige condiciones humillantes para ambas mujeres, sorpresivas para la amiga de la embarazada, quien asume el rigor de los acontecimientos y se le cambia la rutina de vida.
El filme tiene un diseño narrativo pleno de creatividad con una supuesta tranquilidad visual, pero la cámara entra con todo a las emociones de los personajes y nos mete, como espectadores, en la ansiedad de un tema difícil.
Se trata de un filme vitalista, no solo porque rezuma inteligencia, sino porque su acción narrativa se nutre de las fuerzas vitales de los personajes en juego.
Aún más, pese a la dureza del tema (con un aborto de por medio), es increíble cómo el director y guionista rumano Cristian Mungiu logra cierto tono lírico ajustado, para acercarse a un excepcional universo de personas mostradas, ellas, en la más pura esencia de sus defectos, errores, aciertos y virtudes.
Anotamos que 4 meses, 3 semanas y dos días renuncia al uso de la música incidental: el director Mungiu no ocupa de ella para dar sentido a las imágenes ni para subrayar acciones o emociones. Solo hay una secuencia con música real (vivida por los personajes en una boda absolutamente al margen).
Ante eso, la riqueza de los diálogos se sostiene por sí sola, mientras el montaje encadena de manera prácticamente magistral los distintos acentos del relato, sus puntos de giro o cambios en las situaciones y sus curvas o acentos, incluidos los silencios.
Recomendamos este filme que nos enseña a entender y, sobre todo, a sentir al ser humano como sujeto lleno de contradicciones. En su simple y a la vez arriesgada composición estética, también se trata –con 4 meses, 3 semanas y 2 días – de una lección de amor al buen cine, al mejor cine.
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